08 octubre 2015


¿Se puede dar menos? Se puede. La vida eterna se puede comprar por nada, la pueden comprar incluso los que no tienen nada, basta la buena voluntad. En resumen, el precio de la felicidad es la virtud, la buena voluntad es la condición de la felicidad. ¿Qué hemos de pedir a Dios? ¿Riquezas, honores? Estos son bienes pequeños (minima bona). Dios los da a los buenos, para que no pensemos que son malos. Y los da también a los malos, para que no pensemos que son grandes bienes: ¿Qué hemos de pedir? La buena voluntad. La buena voluntad es el bien que nos hace buenos. 

En resumen, en un sentido, el Bien supremo es la vida eterna, o sea, Dios mismo, como Bien que hace feliz al hombre. En otro sentido, el Bien supremo es la buena voluntad, o sea, la virtud, que es el «precio»o la condición de la felicidad.

Demos un paso más. La buena voluntad es lo mismo que la caridad: Y ¿a qué llama caridad Agustín? Al amor bueno, al amor ordenado, al amor que ama lo que debe amar, al amor que ama a Dios como Bien supremo: amor Dei. Por tanto, si la vida eterna es Dios y si la buena voluntad es amor de Dios, se comprende que en otro texto diga Agustín que el precio de la vida eterna (que es Dios) es el amor de Dios: amemus et emimus. 

Ahora bien, el amor de Dios sólo puede darlo Dios, sólo puede venir del Dios que es amor, más concretamente, del Espíritu Santo, que es el Amor personal del padre y del Hijo. La buena voluntad o el amor de Dios (amor Dei) o la caritas es un don, una gracia del Espíritu Santo ¿Qué hemos de pedir? El Espíritu Santo que hará que nuestra voluntad sea buena:  la vida eterna, o sea, el Bien supremo como felicidad, es la posesión de Dios. Y la buena voluntad, o sea, el Bien supremo
como virtud, en cierto modo, es también la posesión de Dios. Sólo si poseemos el Espíritu Santo (Dios), tendremos una voluntad buena y podremos alcanzar la vida eterna. Sólo Dios puede darnos la felicidad, sólo Dios puede hacernos buenos. 
 San Agustín

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